miércoles, 18 de enero de 2012

Cada quien con su intención



Esa tarde de enero estuve de visita donde mi tío, casualmente veo a Valiente, su perro, un mastín amarrado afuera de su enorme casa la cual no posee ningún tipo de cerca exterior, noté su enorme presencia por el hecho de que ladra cada vez que me ve entrar.

El animal allí solo, no tenía muchas oportunidades de salir a pasear, pues mi tío es una persona muy ocupada, pero nunca le hace falta comida por montón y ganas de salir a dar una vuelta.

Las ganas estaban intensas ese día. Sin saber el porqué de su conducta no le presté mucha atención. No pasa ni media hora cuando divisé por la ventana que tenía una visita.

Se trataba de una perra de algún vecino, parece que el anfitrión la había esperado todo el día porque no paraba de brincar y revolotear en el recortado espacio que le permitía la cadena.

Por su parte, la perra también parecía muy contenta. Como es de costumbre «según lo que sé de perros» a penas hacen contacto se empiezan a oler las colas; la de la perra era bastante corta por cierto. Este acto desató una conducta aún más exaltada en el perro, pues este pareció oler que la perra estaba dispuesta al acto sexual.

Al cabo de dos minutos, terminado el protocolo de reconocimiento me di cuenta que la perra tenía otras intenciones, Valiente por su parte fue muy directo y empezó a buscar la manera de montarla.

Resultó que la perra fue solo a tratar de comerle la comida que él tenía ahí. Me pareció un acto muy chistoso el que ella fuera una y otra vez a seducirlo para robar su comida y se retiraba lo suficiente para que el perro no lograra montarla. Se la hizo hasta satisfacer su hambre y el pobre Valiente no la pudo montar ni una sola vez.

Tal vez suene algo machista o algo así pero es increíblemente estúpido ver cómo es que este tipo de historias se repiten una y otra vez en el mundo animal, sobre todo en la especie Humana.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Un par de Conejos


            No hacía mucho que Adel, un conejo de raza Castor, se había levantado con una enorme pesadez en la cabeza. Lo único que recodaba era que la noche anterior asistió a un evento de modas donde, Begonia, una gata angora diseñadora de modas, presentaba su última colección de invierno de ese año, y que luego de eso estuvo tomando licor toda la noche.

Cuando el conejo logró incorporarse notó que se encontraba en una especie de túnel con paredes oscuras, un poco suaves y cálidas. Sentado en el suelo, todavía aturdido, intentaba recordar un poco más sobre lo que había hecho para que terminara en ese túnel. Entre lo poco que pudo acordarse estuvo el motivo alusivo del desfile de modas. Se trataba de vestimentas para animales hechas con pieles de humanos, claramente recordó lo que la diseñadora hizo hincapié en su oratoria mientras se desarrollaba el evento, que los humanos eran criados y enjaulados para tal fin o atrapados en su entorno por medio de trampas, y que en muchos casos, para obtener una mejor calidad de la piel, se les solía arrancar cuando aún estaban con vida.

Adel creyó que sus planes de hacer una historia sobre aquél esotérico desfile fueron infructuosos, pues Adel, era escritor de una revista naturalista que salía cada tres meses y ya llevaba seis rastreando la veracidad de la historia que había escuchado de boca de algunos artesanos que conoció en una feria de libros hace algún tiempo atrás.

De pronto escuchó el eco de una voz medio quisquillosa que murmuraba algunas quejas; al principio sintió un poco de temor debido a la oscuridad que reinaba en ese lugar. Poco a poco se fue acercando hacía la voz, al mismo tiempo que ésta se fue tornando más clara. Se trataba de otro conejo que también sentía una fatídica resaca. Al llegar Adel al susodicho con tono de curiosidad le dijo:
—Hola, amigo ¿estás bien?
—Desearía estarlo —respondió el otro conejo con una mano en la cabeza—
—Mucho gusto, mi nombre es Adel
—Hola, me llamo Emilio, mucho gusto ¿y tú qué haces aquí también?
—Creo que tenemos la misma cuestión —le dijo Adel—

Y así empezaron a comentar de sus hechos antes de caer en el túnel, Emilio aseguró ser un graduado honorífico de una famosa escuela de conejos donde nació y que la noche anterior había estado en su fiesta de graduación, celebrando el haberse graduado de su carrera en cuatro meses y medio. Al igual que Adel, tampoco podía recordar mucho sobre lo que le sucedió. De pronto en medio de su conversación se escuchó un estruendo, como un terremoto y un bullicio que extrañó al par de conejos, hecho que los obligó a correr hacía la oscuridad sin rumbo visible. Al parar el temblor y los ruidos desaceleraron su marcha, pero siguieron caminando con el fin de encontrar una salida. Después de un rato Adel se detiene un momento y le dice al otro:
—Espera, ¿por qué vamos en este sentido y no hacía atrás?
—La verdad no lo sé, solo corrí hacía donde no me alcanzaran esos ruidos —dijo Emilio—
—Ummm... ¿Y qué tal si la salida está allá dónde se produjo el ruido?
—He… tienes razón, pero no me gustaría saberlo, esas voces se escucharon muy tenebrosas. ¿Y qué sabes tú si no debemos buscar una salida sino más bien una respuesta del por qué estamos aquí?
—Lo dudo, pero tal vez tengas razón, mejor aprovechemos que ha cesado un poco el ruido y vamos a seguir hablando de nuestras vidas para saber si tenemos algo en común, tal vez eso nos lleve a saber por qué estamos aquí.
—Sí, está bien, me parece mejor idea que caminar en ésta oscuridad —replicó Emilio—
—A ver… ¿Qué hacías en ese desfile de modas, en primer lugar? —Preguntó Emilio—
—Andaba de incógnito, me tuve que colar entre una selecta multitud de personas muy extrañas y de mucho dinero, por lo visto, eran los invitados de ese desfile que te conté, donde la entrada era muy exclusiva dado a la forma en que la diseñadora confecciona sus trajes de colección, algo ilegal en este Estado.
— ¡Oh!… qué interesante, Adel, sigue…
—Lo cierto es que tuve que comprar ropa muy cara para asistir, una para pasar desapercibido, eso para lograr escribir un artículo sobre ese abominable y cruel hecho de criar humanos para usar su piel como tela de ropa.
— ¡Wow!… Adel, ya veo el punto.
—Sí, ya llevo seis meses rastreando la historia, el evento se hace bajo el más estricto secreto y sus asistentes son personas amantes de la moda con pieles humanas.
— ¡Asco!, amigo debe ser muy repulsivo todo el proceso.
—Sí, en efecto lo es, tengo fotos que lo demuestran.
—Uff… eso debe ser una bomba, Adel
—Lo es, pero para concluir mi reportaje quise fotos del evento.

De pronto Adel recordó algo muy importante que le daría más respuestas de su situación.
— ¡Ah… ya recordé! Uno de los Pitbulls de seguridad notó que yo estuve tomando algunas fotos de forma discreta y vino a mí para pedirme que asistiera a un coctel privado que ofrecería la anfitriona, Begonia, la cabeza de todo ese cartel de abusadores.
—Bien, ¿y aceptaste? —Preguntó Emilio—
—Sí claro, cómo crees que no, si observé una oportunidad perfecta para recopilar más información, pero luego de esa invitación no me atreví a tomar más fotos para no levantar más sospechas.
Luego de eso, Adel no pudo recordar más nada de lo que había sucedido. Tras un par de minutos de silencio entre los dos, Emilio empezó a contar lo que había hecho la noche anterior.
—Yo estuve todo el día pensando lo maravilloso que sería salir de una vez de aquella escuela, pues desde que nací jamás he salido de ella y creí que al graduarme, saldría.
— ¿Y entonces, cuál es esa carrera que estudiaste? —Preguntó Adel—
—La verdad nunca me dijeron el nombre, yo solo debía comer y comer hasta llegar al peso que tengo hoy, mis profesores siempre nos hablaban de lo importante que era el cuidado de nuestro pelaje.
— ¡OH!, qué extraña escuela —dijo Adel—
—Sí, la verdad a mí lo único que me preocupaba era mi libertad, pues no nos dejan salir para nada, te confieso honestamente que teniendo protección contra depredadores y tres las comidas diarias, casi que a ninguno de nosotros le daba mucha importancia a la libertad.
—Ya veo y entiendo, pero ¿qué pasó anoche?
—Bueno, estábamos en el patio central de la escuela celebrando con un festín comida que tenía un sabor muy extraño y creo que me quedé dormido o algo así, de ahí no recuerdo más.
— ¡Wow!, Emilio, espera, eso me recordó que fue lo que me pasó.
— ¿Ah sí? ¿Qué te pasó?
—Yo estaba muy a gusto conversando con un Arrendajo sobre el desfile en aquel lugar reservado hasta que Begonia intervino, me tomó de la mano muy sutilmente y susurró al oído pidiéndome que me fuera con ella a otro lugar, accedí, antes de montarme en su limosina sentí un pinchazo en una pata, después de eso me dio un sueño espantoso, de ahí en adelante no recuerdo más.

El otro conejo aún más perplejo se quedó mudo, con una cara como tratando de averiguar qué era lo que estaba pasando.

Al rato empezaron a escuchar de nuevo los estruendos pero con más claridad. Se escuchaba el ruido de otros animales, música incesante de un ritmo desconocido para ellos, tocada, al parecer, con un xilófono, también se escuchaba el ruido de personas en su vaivén.

Todo ello los extrañó mucho más, los dejó muy nerviosos, casi temblorosos. De vez en cuando sentían un golpe de luz que provenía de uno de los extremos del túnel acompañado de una voz que pronunciaba un saludo de cortesía.

El par de conejos estuvieron de acuerdo que la luz indicaba la salida de túnel, por lo que decidieron caminar de forma muy silente hacia allá.

Por fin, cuando estuvieron lo bastante cerca, escucharon el repique de un tambor que daba la tonada para anunciar el comienzo de un espectáculo.

Ya al borde de la desesperación y de soportar tanta oscuridad, temblores y de escuchar tantos sonidos extraños, sintieron de nuevo el golpe de luz, con él venía una gigantesca mano que traía la única intensión de atraparlos, al divisar esto, los dos animales trataron de correr en sentido contrario, pero fue en vano. La mano atrapó a Adel, éste muy asustado y confuso de lo que pasaba, le gritaba fuertemente a Emilio que lo ayudara, pero los esfuerzos del otro por liberarlo no surtieron efecto.

Al lograr salir, Adel notó que se encontraba en una especie de carpa muy grande, rodeado por un centenar de personar apostadas en forma circular, que había varias cuerdas y personas en el techo de ese lugar. Aplaudían su aparición, como si él fuese importante, como si él fuese el centro de aquél espectáculo. Sintió gloria, alegría y mucha algarabía por lo que empezó a revolotearse de un lado a otro para expresar su gratitud. Al voltear a donde estaba Emilio se dio cuenta que era un enorme sombrero donde estaban y que formaban parte de un show de circo, específicamente en un acto de magia.

De inmediato toda aquella imagen en Adel fue desvaneciéndose poco a poco, como desdibujándose en la nada. Nada que resultó ser una ilusión.

Al despertar se dio cuenta que todo fue un sueño y que él no era ningún conejo reportero y mucho menos uno de circo. Era un conejo enjaulado que estaba a punto de ser desollado vivo y que su piel sería una prenda más en la industria de la moda que estúpidamente se utilizaría para alimentar, aún más, las ínfulas egocéntricas de personas indiscriminadas que no les importaba gastar mucho dinero en el sacrifico absurdo de animales que también tienen sueños y roles importantes dentro de su mundo.

—Adiós Adel— repitió una y otra vez Emilio, su compañero de jaula, mientras Adel era elegido aquél fatídico día en que este par de conejos adivinaron su triste destino.

martes, 20 de septiembre de 2011

Culpo

Culpo al brillo de tu piel
Culpo al perfume que usas
Culpo a mis ganas de conocerte
Culpo a la poca ropa con que te vi ése día
Culpo al cielo por ser menos hermoso que tú
Culpo al tiempo por ponerte en la hora adecuada
Culpo a la puerta que te dejó entrar en mi corazón
Culpo al tormento que sufro cuando no te escucho
Culpo a la mirada que me regalaste esa primera vez
Culpo a la distancia que supo aguardar prudentemente
Culpo a lo profundo que respiré cuando supe tu nombre
Culpo a mi razón por perderse en la belleza infinita de tu mirada
Culpo a los amores pasados por el estado en que me encontraste
Culpo a las letras infinitamente predispuestas a enamorarnos cada vez más.

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El Secreto de las Paredes


      Muchos están seguros de que las paredes escuchan, sin embargo, nunca se atreven a conversar con ellas. He visto grietas con más secretos que pintura, debe ser allí donde se esconden las palabras que escuchan las paredes, ha de ser un pésimo oficio cargar con tantos al día, el ambiente se vuelve cada vez más pesado con tantos de ellos encerrados. Ésta de seguro es una de las razones por las cuales tenemos ventanas, algunos alegan que son para que entre luz o viento, pero en realidad lo que quieren es que la luz o el viento se lleven sus secretos y no vivir atormentados con ellos tan cerca.

      Entonces, si cree que su espacio está muy oscuro o cerrado y necesite una ventana, mejor revise las grietas en las paredes, se impresionará con lo que ellas le dirán, tal vez de este modo mejore el ambiente.

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sábado, 4 de junio de 2011

Besos Café


                Eran poco menos de las 5:00 pm cuando recibí una nota sobre mi escritorio que decía: —hola, necesito verte, estoy mal, nos vemos en la cafetería al salir de la oficina, Atte. Azucena—. Por un momento quedé mudo tratando de descifrar qué era lo que tenía mi amiga y compañera de trabajo.

Seguí mis labores sin dejar de pensar en ello, ella quedaba a unos tres cubículos de distancia del mío, en unos algunos instantes quise ir de una vez a preguntarle pero me contuve y pensé que era mejor como ella lo había propuesto.

La verdad no la conocía mucho, no habían sido muchas las oportunidades en que tuvimos un buen acercamiento, pero si lo suficiente como para hablar abiertamente. En reuniones laborales o uno que otro encuentro ocasional en la cafetería del edificio donde trabajábamos, allí platicábamos sobre el trabajo y una que otra cosa personal de cada quien.

Ella no tenía mucho tiempo en la empresa, pero desde que llegó pude ver que era una chica linda, muy callada, reservada, de cabello liso color madera, de piel blanca y lozana, a veces torpe en el manejo de la computadora, pero cuando hablaba en la intimidad daba más de sí.

Se hicieron las 6:00 pm y fue cuando la vi levantarse su escritorio, pasó por un lado sin saludar o levantar la mirada siquiera. Por mi parte me tuve que quedar unos minutos más para organizar un informe que debía entregar al día siguiente.

Al fin cuando llegué, ella estaba sentada sola en una mesa al final de la cafetería, viendo la tenue lluvia que mojaba la ventana a su lado. Poseía la mirada larga y en la mano izquierda apretaba fuertemente una servilleta ya casi desmoronada por la humedad. Miré alrededor y no había muchas personas, así que me acerqué y senté muy lentamente. Se me trabó un poco el habla, pero aún así le pregunté:
— ¿Estás bien?
—No —me respondió ella—
—A ver, cuéntame ¿qué te pasa? —Le volví a preguntar— a lo que ella me miró a los ojos y dijo que sentía un enorme vacío en el corazón por un amor.
— ¿En el corazón? ¿Cómo pueden herirte el corazón si hasta hace poco me dijiste que estabas disfrutando de tu soltería? —Le respondí—
— No, no entiendes —refutó ella—
—Entonces explícame cómo es eso porque no entiendo nada —contesté—.

Ella llenó sus pulmones con un enorme suspiro para empezar a contarme, en ese momento interrumpió desde la barra el señor Juan, preguntando si no íbamos a tomar o comer algo. Sólo yo volteé y le pedí dos cafés normales. Cuando volví mi mirada a ella nuevamente estaba perdida en la imagen que ofrecía la ventana medio empañada a nuestro lado.
—Amiga, cuéntame —le dije—. Ella en un par de minutos se incorporó y empezó:
—Es que siento algo estúpido, es algo tonto, un sentimiento que no puedo describir bien porque nunca se ha materializado —dijo ella—
—Sigue —le respondí—
—Hace rato siento que lo amo, no te lo había dicho porque no me es claro el sentimiento, sé que él no me corresponderá —me decía ella sin dejar de mirar mis dedos—
— ¿Pero qué te hace pensar eso? —le pregunté—
— Es que él de seguro no me quiere como yo a él, de seguro pensará que estoy fuera de lugar al creer que yo quiero algo con él—me seguía contado ella—
—Pero, ¿quién es él? —Pregunté— en ese momento llegó Juan a traer las tazas de café, ella calló por esos instantes y agradeció la atención del señor.

Ya sin preguntas decidí esperar a que ella misma me contara sin ninguna presión. Después del primer sorbo de café noté que se calmó un poco para que por fin terminara de contarme lo que le pasaba. Me dijo: —Mira, la persona que yo anhelo, es una persona muy especial, es sincero, directo, cordial, caballeroso, trabajador, atento, servicial, simpático, muy detallista, romántico, en fin, es el hombre ideal para mí. El problema es que él está casado, tiene un hijo y por tanto ya ha formado un hogar; un hogar que yo quisiera formar con él, pero no se puede—.

Asombrado por su confesión quedé callado esperando a que me siguiera contando, o que tal vez me dijera quién era ese fulano con tantos atributos a su gusto y que la tenían en semejante polémica. — ¿Tú qué crees? —Me preguntó— de pronto me puse en su lugar y me analicé a mí mismo. Siendo yo casado me atreví a darle mi consejo, diciéndole que se apartara, que eso nunca iba a resultar, que con lo poco que me había descrito de la situación, a ella no le convenía meterse en una relación de ese tipo; después de eso fue ella quien quedó callada.

Lo siento amiga, pero es la verdad, nadie más que un amigo te dirá la verdad —le dije—. Terminé mi café y le tomé de las manos, en ese instante ella se sintió con más ánimo y me dijo:
— Además de todo lo anterior él es mi amigo, sé que me quiere, pero no como yo quiero, igualmente lo amaré en silencio—.

Eso último me fue contraproducente a la idea que tenía del fulano. Ella notó mi cara de confundido, entonces muy despacio se acercó a mi oído y me dijo: — Él, eres tú—. Al tratar de incorporarse me dio un beso en la mejilla que yo rápidamente le respondí con uno igual, pude sentir de ese delicado beso un cariño que aún guardo en mi corazón, lo guardo como una joya muy apreciada y como un tierno recuerdo de una persona que me declaró su amor con un beso sabor a café.

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Es tonto pero lo hago


Es tonto querer bajarte las estrellas
Pero lo hago
Es tonto querer regalarte un cielo para ti
Pero lo hago
Es tonto querer hacerte el centro de mi universo
Pero lo hago
Es tonto querer compartir noches infinitas contigo
Pero lo hago
Es tonto querer contemplar tus amaneceres siempre
Pero lo hago
Es tonto querer complacerte con la belleza de la naturaleza
Pero lo hago
Es tonto amarte como lo siento, como te lo demuestro
Pero lo hago.

martes, 24 de mayo de 2011

Me Pregunto

          Abrir los ojos nunca me fue tan difícil como esa vez. Es que me encontraba ensimismado en una pregunta que me colocaba en un estado de desasosiego total. ¿Por qué sonrío tanto? Me preguntaba una y otra vez, notando que últimamente poseía una felicidad aparecida de la nada.

Sin dudarlo mucho, emprendí una ruta por mí ser, para con ello escudriñar y saber cuál era la causa de tal conducta. Como recientemente estaba sintiendo extraños cosquilleos en el estómago, me animé a ir allá en primer lugar. No me costó mucho llegar, pero si entrar, la boca estaba un poco cerrada, pero tras varios intentos y forzando un poco, lo logré. Al entrar sentí un fuerte viento que soplaba en varias direcciones que casi me hace caer en varias ocasiones, la visibilidad era casi nula, caminé por un buen rato, hasta que entonces, fue cuando se disipó un poco la tempestad y pude divisar la causa de tal revuelta; mis ojos quedaron atónitos al ver la belleza que había frente a ellos. Se trataba de una centena de mariposas de muchos colores brillantes y de grandes alas, todas revoloteaban felices como si aplaudieran por algo que les causaba mucha alegría. Cuando cesaron un poco más, les hice mi pregunta, a lo que todas repitieron al mismo tiempo y con fuerte voz: “corazón”, la respuesta no me sorprendió mucho, pues ya sospechaba que por ahí venía la cosa, di la vuelta y partí al corazón con la firme esperanza que él me daría la repuesta indicada.

El camino estuvo lleno de sismos consecuentes, eso sí me asustó, pues mientras más me acercaba, más fuerte era la vibración del entorno. Por el camino, pude observar a varios órganos agitados por el estruendo que causaban tales temblores, pero eso más bien ocasionaba que trabajaran con mejor ánimo y buena forma, algo aún más extraño para mi entender. Por fin cuando llegué, me di cuenta del porqué del estruendo. El órgano se veía muy acelerado, más de lo normal diría yo, esperé a que se calmara, pero fue en vano, entonces le propiné la pregunta. Mi corazón con un leve gesto de burla me contestó: “yo siento y transmito lo que en tu mente hay”, de tal forma que no me quedó de otra más que subir a mi mente, a mis pensamientos, a la fábrica de ideas donde radicaba la respuesta de mi pregunta.

A pesar de lo empinado y difícil que fue el trayecto hasta ella, no descansé ni di mi brazo a torcer por lograr descifrar mi interrogante. En mi ruta percibí que todo el paisaje comenzaba a cambiar, los colores se hacían cada vez más claros e intensos, daba la impresión que un arco iris pasó por allí y había dejado una estela de luces y acuarelas resplandecientes, eso me conmocionaba aún más y me animaba a llegar lo antes posible. Música de instrumentos como el piano y violines se escuchaba zumbando muy ligero en mis oídos al acercarme sigilosamente. Finalmente llegué a la puerta, era bastante grande y de madera, daba la impresión de que había algo muy valioso detrás de ella. La empujé lo suficiente para entrar y pasé. Quedé boca abierta, mirando a todos lados muy lentamente y con los ojos muy abiertos, paralizado por un largo rato divisé la deslumbrante perspectiva que me ofrecían aquél ambiente.

Era como haber llegado a un paraíso donde todo era perfecto, sol radiante que acariciaba la piel, árboles con frutos tan dulces como la miel que saludaban felizmente con sus ramas, animales que te hablaban con sólo sonreír, aire puro y fresco como filtrado por la gentileza de una montaña. Al empezar a caminar nuevamente fui dándole respuesta a mi pregunta, pues era evidente que algo muy bonito estaba pasando. Seguí andando anonadado con tal preciosura, hasta que me frenó una fuente de agua muy enorme, tan grande que casi no alcanzaba a ver su origen. Fue en ese entonces que presencié el umbral de todo lo antes descrito. En la aguas se deslumbraban imágenes de lo que parecía ser una linda chica cuyo rostro era de envidiar, una sonrisa pura y tierna, un cabello largo y liso como de seda, labios colorados y carnosos como pulpa de fresa, ojos grandes y brillosos como la luna que inspiraban una paz increíble. Mudo no me atreví a propinar ni una sola pregunta, era claro que el culpable de mi felicidad, de mi agite, de mi alegría, de mis sonrisas, era el Amor.

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