Culpo al brillo de tu piel
Culpo al perfume que usas
Culpo a mis ganas de conocerte
Culpo al cielo por ser menos hermoso que tú
Culpo al tiempo por ponerte en la hora adecuada
Culpo a la puerta que te dejó entrar en mi corazón
Culpo al tormento que sufro cuando no te escucho
Culpo a la mirada que me regalaste esa primera vez
Culpo a la distancia que supo aguardar prudentemente
Culpo a lo profundo que respiré cuando supe tu nombre
Culpo a mi razón por perderse en la belleza infinita de tu
mirada
Culpo a los amores pasados por el estado en que me encontraste
Culpo a las letras infinitamente predispuestas a enamorarnos
cada vez más.
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