jueves, 21 de abril de 2011

Fotos Mojadas

Con el inicio de las vacaciones, mi temporada aún no tenía el nombre de otro sitio distinto a aquél donde vivía regularmente.

La elección estaba entre, quedarme en el mismo espacio donde había sembrado ya varias amistades o irme a conocer unas cuantas nuevas. De hecho, sin tener muchas posibilidades de lo segundo, pero era la alternativa más atractiva para mí en ése entonces.

Mi tía Lesbia, casada a muy temprana edad, ya poseía casa propia, tres hijos y tres perros contado al marido; el primer hijo era de edad contemporánea a la mía. En ocasiones anteriores ya había compartido espacio con ellos en sus infructuosos intentos de establecer una ubicación de hábitat fijo. Siendo mi tía la favorita, no dudé en decidir irme a su nueva casa.

Acaecida mi decisión, por experiencia propia, ya entendía que el tiempo era mío y que podía hacer con él lo que quisiera, hasta perderlo ensimismado como varias veces lo hice.

Era casi invierno cuando nos asomábamos mi primo y yo por la ventana, divisando la forma de adivinar si llovería o no. Pues casi todas las tardes el cielo amenazaba con llover y arruinar nuestros planes de jugar al fútbol de calle con los vecinos.

Mutuamente decidimos salir aquél nublado martes por la tarde; nuestros aficionados compañeros nos esperaban ansiosamente porque mi primo era el único que tenia balón para jugar.

La pre-selección siempre me asustaba, nunca me gustó formar equipos por el simple hecho de no perder la amistad del que quisiera jugar conmigo, y yo no lo eligiera; entonces, me tocaba siempre esperar a que me escogieran para alguno.

En el primer partido mis temores se materializaron al notar que no me eligieron, me enojé un poco, pero al cabo de un rato me fue importando menos. Pasados unos instantes empezó a llover sutilmente, de inmediato me resguardé bajo un árbol cercano, la lluvia no suspendió el partido sino que los animó a seguir, lo encontraron divertido.

Como espectador sólo tocaba ver el juego y conversar con los otros compañeros no elegidos. El bullicio del juego hizo asomar a un vecino que vivía en la parte de atrás. Lo invité a formar parte como espectador del juego y aceptó.

No fue muy difícil entablar rápido una muy buena conversación con él, puesto que su familia no daba mucho la cara por la vecindad, eran muy reservados en sus asuntos
al menos eso creía yo

Luego de varias preguntas y entrar en confianza, me di cuenta que no dejaba de mirar hacía el inicio de la calle como buscando algo por allí.


Obviando tal conducta me atreví a preguntarle por qué decidió salir y aún si estaba lloviendo, a lo que él me contesto: es que estoy preocupado porque mi hermana no llega todavía, y está un poco demorada, confesión que me obligó a imponer otras preguntas más acerca ella.

No fue mucho lo que quiso decirme, entonces noté sus celos de creer que yo lo hacía con otras intensiones. Disimuladamente engendré una media sonrisa, lo que hizo seguir contándome pero sin mucho detalle.

Entre otras cosas, me dijo que su hermana estaba en camino pues estudiaba en otro estado, y que en vacaciones regresaba a casa con la familia.

Sus padres no estaban en casa
no sabía por qué y él era el responsable de esperar a su hermana menor para recibirla cuando llegara.

La lluvia de intensificó al terminar de explicarme lo que lo aquejaba, instantáneamente no puede evitar contagiarme con su preocupación, sin importar lo poco que sabía de ella, pues su hermano me contó lo preciso para sentir la empatía suficiente.

Sin importarle a ninguno de los dos el partido contemplábamos el inicio de la calle esperanzados de verla llegar.

Él por compromiso y responsabilidad, yo por curiosidad y empeño de verla. Hice algunas bromas acerca de su demora para tratar de calmarlo, pero no logré mucho, ya cansado me dijo que tal vez la lluvia la había sorprendido, porque al teléfono le confesó, que al llegar al terminal quería revelar las fotos que tenía de sus amigos en la universidad, los viajes de excursión, fiestas entre otros, para mostrárselas cuando llegara.

Con cara poco preocupada le repliqué que entonces no se angustiara más, que su hermana estaba bien y en cualquier momento llegaría.
Consejo que le importó un bledo, aun más viendo que la lluvia no cesaba.

Nuestra conversación y el partido fue interrumpido por un carro que pasó muy lentamente por la calle, paró y bajó un poco el vidrio, era un vecino que estaba enterado de la situación y se ofreció para ir a buscarla. Sin titubear se montó en el carro y me dejó las llaves de su casa por si ella llegaba yo la recibiera. Agradecido por la confianza le exprese mi entera colaboración a su solicitud.

Con tal responsabilidad me negué a jugar un partido. Convertido en el guardián de su llegada, sólo tenía su nombre en mi mente, lo supe porque otro vecino me lo informó.

"María", se repetía una y otra vez en mis labios mudos por la espera.

No pasó media hora cuando veo una chica bajar de un bus al inicio de la calle, cargaba una mochila lila con rayones verdes como de bambú y una maleta gris pequeña con ruedas que empezó hizo arrastrar un tramo hasta que la alcancé.

Aún lloviendo me paré en frente suyo y nos vimos a los ojos por segundos, sólo eso bastó para que me dejara ayudarle con su equipaje. No tenía dudas que era ella.

Apresuramos el paso por la lluvia, en el camino me dijo que no quería que ésa maleta gris se mojara mucho, porque tenía algo de valor allí que se podía arruinar.

Parados frente a su casa, le conté lo que su hermano había hecho, ella afirmó con la cabeza y sólo me expresó la premura que tenía de entrar a la casa.

Al entrar, nos topamos con una hermosa sala de estar cuyo revestimiento interno eran de caobas finas, el olor que tenia era muy peculiar, muy gentil y llamaba a la paz y el descanso.

Sin mucho preámbulo ella empezó a sacar sus cosas de la maleta empapada, yo todavía no entendía el "por qué", pero la ayudé un poco.

Ya casi en el medio de la faena ella hizo una expresión de angustia no muy agradable, encontró mojadas varias de las fotos que terminaba de revelar.

Muy lentamente, como si de un pergamino viejo de tratara, sacó una a una las fotos. Sin pedírmelo le di mi ayuda, ella aceptó sin oponerse, pero pude sentir su celo en la mirada, entendí que un desconocido no debía mirar esas fotos y menos ayudar a componerlas.

En ése instante me quise retirar, muy amablemente y se lo comuniqué entregándole las llaves de la casa que aún tenía en mis manos, a lo que ella entendió. Apenada terminó de recoger las fotos, las colocó a secar y me invitó a pasar a la cocina a tomar un café, a lo cual asentí reservadamente.

El espacio de la cocina me pareció un sitio mas apropiado para ambos, dado que sin querer, yo había ganado la confianza de su celoso hermano, la curiosa atención de ella misma y la sala no nos daba esa libertad para que fuera mutua tal confianza.

Mientras lavaba algunos trastes y colocaba todo en orden para hacer el café empezó con las preguntas de rigor, con gusto le contestaba sin hacerle ninguna en respuesta.

Por voluntad propia empezó a contarme su historia, anécdotas y toda esa clase de cosas que las mujeres confiesan cuando ya se sienten cómodas.

Llamó al celular de su hermano y le dijo que ya estaba segura y cómoda en casa, que regresara.

Al colgar me preguntó si yo tenía novia, sin saber que responder ella sonrió y se distrajo con el silbido de la tetera que había montado para el café, que afortunadamente sonó en ése momento.

Al servir la bebida me sentí más relajado, terminó de llover y el silencio de la casa me impulsó a decirle cosas de mi vida totalmente desconocidas para muchos, incluso para varios amigos de mucha confianza.

Ella noto el cambio en mí y me invitó nuevamente a la sala, pues dijo haberse sentido muy a gusto con mi presencia y que ahora si quería mostrarme sus fotos.

Sentados en el piso, sobre una alfombra de lana, una a una me fue mostrando sus fotos y sus historias, yo, mudo al ver sus gestos de felicidad, admiraba cada una, especialmente dónde y cómo estaba ella.

De repente, paro en una que tenía con un chico en una plaza. Estaban abrazados con sonrisas delicadas, difícilmente se podría admitir que no estaban felices en ése momento.

Se quedó callada cuando llegamos a esa. Seguimos viendo y viendo hasta que se terminaron. Suavemente tomó la foto con aquél chico y la volvió añicos con la cabeza agachada y un poco seria, presenciando ese hecho no supe que hacer. Pues era evidente que algo había pasado con ése chico.

De un momento a otro me armé de valor, le tome de las manos y ella sin levantar la mirada todavía, le pregunté qué pasaba. Ella casi sin aliento me dijo que nada.

Me acerqué lentamente, con mi dedo índice derecho en su mentón, le apunte mi boca a la suya y le dije:
entonces no hay problema en que lo haga, ella me replicó ¿hacer qué?, sin terminar de preguntarme la besé muy despacio, como si no la quisiera tocar mucho, tan delicado como pude, en ese entonces ella soltó los pedazos de la foto que rompió, y cayeron al suelo, tal beso duró hasta que escuchamos el ruido del carro donde llegó su hermano.

Rápidamente agarramos posición adecuada y sonreímos silenciosamente sin dejar de vernos, esperando a que el hermano entrara.

Cuando llegó, lo salude y tendí mi mano para felicitarlo por tener una hermana tan hermosa, él olvidado los celos, estrechó la mía y rápidamente fue y abrazó a María, me despedí y marché con una de las mejores tardes que en mi vida
dejando el fútbol a un lado había pasado.

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