sábado, 26 de noviembre de 2011

Un par de Conejos


            No hacía mucho que Adel, un conejo de raza Castor, se había levantado con una enorme pesadez en la cabeza. Lo único que recodaba era que la noche anterior asistió a un evento de modas donde, Begonia, una gata angora diseñadora de modas, presentaba su última colección de invierno de ese año, y que luego de eso estuvo tomando licor toda la noche.

Cuando el conejo logró incorporarse notó que se encontraba en una especie de túnel con paredes oscuras, un poco suaves y cálidas. Sentado en el suelo, todavía aturdido, intentaba recordar un poco más sobre lo que había hecho para que terminara en ese túnel. Entre lo poco que pudo acordarse estuvo el motivo alusivo del desfile de modas. Se trataba de vestimentas para animales hechas con pieles de humanos, claramente recordó lo que la diseñadora hizo hincapié en su oratoria mientras se desarrollaba el evento, que los humanos eran criados y enjaulados para tal fin o atrapados en su entorno por medio de trampas, y que en muchos casos, para obtener una mejor calidad de la piel, se les solía arrancar cuando aún estaban con vida.

Adel creyó que sus planes de hacer una historia sobre aquél esotérico desfile fueron infructuosos, pues Adel, era escritor de una revista naturalista que salía cada tres meses y ya llevaba seis rastreando la veracidad de la historia que había escuchado de boca de algunos artesanos que conoció en una feria de libros hace algún tiempo atrás.

De pronto escuchó el eco de una voz medio quisquillosa que murmuraba algunas quejas; al principio sintió un poco de temor debido a la oscuridad que reinaba en ese lugar. Poco a poco se fue acercando hacía la voz, al mismo tiempo que ésta se fue tornando más clara. Se trataba de otro conejo que también sentía una fatídica resaca. Al llegar Adel al susodicho con tono de curiosidad le dijo:
—Hola, amigo ¿estás bien?
—Desearía estarlo —respondió el otro conejo con una mano en la cabeza—
—Mucho gusto, mi nombre es Adel
—Hola, me llamo Emilio, mucho gusto ¿y tú qué haces aquí también?
—Creo que tenemos la misma cuestión —le dijo Adel—

Y así empezaron a comentar de sus hechos antes de caer en el túnel, Emilio aseguró ser un graduado honorífico de una famosa escuela de conejos donde nació y que la noche anterior había estado en su fiesta de graduación, celebrando el haberse graduado de su carrera en cuatro meses y medio. Al igual que Adel, tampoco podía recordar mucho sobre lo que le sucedió. De pronto en medio de su conversación se escuchó un estruendo, como un terremoto y un bullicio que extrañó al par de conejos, hecho que los obligó a correr hacía la oscuridad sin rumbo visible. Al parar el temblor y los ruidos desaceleraron su marcha, pero siguieron caminando con el fin de encontrar una salida. Después de un rato Adel se detiene un momento y le dice al otro:
—Espera, ¿por qué vamos en este sentido y no hacía atrás?
—La verdad no lo sé, solo corrí hacía donde no me alcanzaran esos ruidos —dijo Emilio—
—Ummm... ¿Y qué tal si la salida está allá dónde se produjo el ruido?
—He… tienes razón, pero no me gustaría saberlo, esas voces se escucharon muy tenebrosas. ¿Y qué sabes tú si no debemos buscar una salida sino más bien una respuesta del por qué estamos aquí?
—Lo dudo, pero tal vez tengas razón, mejor aprovechemos que ha cesado un poco el ruido y vamos a seguir hablando de nuestras vidas para saber si tenemos algo en común, tal vez eso nos lleve a saber por qué estamos aquí.
—Sí, está bien, me parece mejor idea que caminar en ésta oscuridad —replicó Emilio—
—A ver… ¿Qué hacías en ese desfile de modas, en primer lugar? —Preguntó Emilio—
—Andaba de incógnito, me tuve que colar entre una selecta multitud de personas muy extrañas y de mucho dinero, por lo visto, eran los invitados de ese desfile que te conté, donde la entrada era muy exclusiva dado a la forma en que la diseñadora confecciona sus trajes de colección, algo ilegal en este Estado.
— ¡Oh!… qué interesante, Adel, sigue…
—Lo cierto es que tuve que comprar ropa muy cara para asistir, una para pasar desapercibido, eso para lograr escribir un artículo sobre ese abominable y cruel hecho de criar humanos para usar su piel como tela de ropa.
— ¡Wow!… Adel, ya veo el punto.
—Sí, ya llevo seis meses rastreando la historia, el evento se hace bajo el más estricto secreto y sus asistentes son personas amantes de la moda con pieles humanas.
— ¡Asco!, amigo debe ser muy repulsivo todo el proceso.
—Sí, en efecto lo es, tengo fotos que lo demuestran.
—Uff… eso debe ser una bomba, Adel
—Lo es, pero para concluir mi reportaje quise fotos del evento.

De pronto Adel recordó algo muy importante que le daría más respuestas de su situación.
— ¡Ah… ya recordé! Uno de los Pitbulls de seguridad notó que yo estuve tomando algunas fotos de forma discreta y vino a mí para pedirme que asistiera a un coctel privado que ofrecería la anfitriona, Begonia, la cabeza de todo ese cartel de abusadores.
—Bien, ¿y aceptaste? —Preguntó Emilio—
—Sí claro, cómo crees que no, si observé una oportunidad perfecta para recopilar más información, pero luego de esa invitación no me atreví a tomar más fotos para no levantar más sospechas.
Luego de eso, Adel no pudo recordar más nada de lo que había sucedido. Tras un par de minutos de silencio entre los dos, Emilio empezó a contar lo que había hecho la noche anterior.
—Yo estuve todo el día pensando lo maravilloso que sería salir de una vez de aquella escuela, pues desde que nací jamás he salido de ella y creí que al graduarme, saldría.
— ¿Y entonces, cuál es esa carrera que estudiaste? —Preguntó Adel—
—La verdad nunca me dijeron el nombre, yo solo debía comer y comer hasta llegar al peso que tengo hoy, mis profesores siempre nos hablaban de lo importante que era el cuidado de nuestro pelaje.
— ¡OH!, qué extraña escuela —dijo Adel—
—Sí, la verdad a mí lo único que me preocupaba era mi libertad, pues no nos dejan salir para nada, te confieso honestamente que teniendo protección contra depredadores y tres las comidas diarias, casi que a ninguno de nosotros le daba mucha importancia a la libertad.
—Ya veo y entiendo, pero ¿qué pasó anoche?
—Bueno, estábamos en el patio central de la escuela celebrando con un festín comida que tenía un sabor muy extraño y creo que me quedé dormido o algo así, de ahí no recuerdo más.
— ¡Wow!, Emilio, espera, eso me recordó que fue lo que me pasó.
— ¿Ah sí? ¿Qué te pasó?
—Yo estaba muy a gusto conversando con un Arrendajo sobre el desfile en aquel lugar reservado hasta que Begonia intervino, me tomó de la mano muy sutilmente y susurró al oído pidiéndome que me fuera con ella a otro lugar, accedí, antes de montarme en su limosina sentí un pinchazo en una pata, después de eso me dio un sueño espantoso, de ahí en adelante no recuerdo más.

El otro conejo aún más perplejo se quedó mudo, con una cara como tratando de averiguar qué era lo que estaba pasando.

Al rato empezaron a escuchar de nuevo los estruendos pero con más claridad. Se escuchaba el ruido de otros animales, música incesante de un ritmo desconocido para ellos, tocada, al parecer, con un xilófono, también se escuchaba el ruido de personas en su vaivén.

Todo ello los extrañó mucho más, los dejó muy nerviosos, casi temblorosos. De vez en cuando sentían un golpe de luz que provenía de uno de los extremos del túnel acompañado de una voz que pronunciaba un saludo de cortesía.

El par de conejos estuvieron de acuerdo que la luz indicaba la salida de túnel, por lo que decidieron caminar de forma muy silente hacia allá.

Por fin, cuando estuvieron lo bastante cerca, escucharon el repique de un tambor que daba la tonada para anunciar el comienzo de un espectáculo.

Ya al borde de la desesperación y de soportar tanta oscuridad, temblores y de escuchar tantos sonidos extraños, sintieron de nuevo el golpe de luz, con él venía una gigantesca mano que traía la única intensión de atraparlos, al divisar esto, los dos animales trataron de correr en sentido contrario, pero fue en vano. La mano atrapó a Adel, éste muy asustado y confuso de lo que pasaba, le gritaba fuertemente a Emilio que lo ayudara, pero los esfuerzos del otro por liberarlo no surtieron efecto.

Al lograr salir, Adel notó que se encontraba en una especie de carpa muy grande, rodeado por un centenar de personar apostadas en forma circular, que había varias cuerdas y personas en el techo de ese lugar. Aplaudían su aparición, como si él fuese importante, como si él fuese el centro de aquél espectáculo. Sintió gloria, alegría y mucha algarabía por lo que empezó a revolotearse de un lado a otro para expresar su gratitud. Al voltear a donde estaba Emilio se dio cuenta que era un enorme sombrero donde estaban y que formaban parte de un show de circo, específicamente en un acto de magia.

De inmediato toda aquella imagen en Adel fue desvaneciéndose poco a poco, como desdibujándose en la nada. Nada que resultó ser una ilusión.

Al despertar se dio cuenta que todo fue un sueño y que él no era ningún conejo reportero y mucho menos uno de circo. Era un conejo enjaulado que estaba a punto de ser desollado vivo y que su piel sería una prenda más en la industria de la moda que estúpidamente se utilizaría para alimentar, aún más, las ínfulas egocéntricas de personas indiscriminadas que no les importaba gastar mucho dinero en el sacrifico absurdo de animales que también tienen sueños y roles importantes dentro de su mundo.

—Adiós Adel— repitió una y otra vez Emilio, su compañero de jaula, mientras Adel era elegido aquél fatídico día en que este par de conejos adivinaron su triste destino.

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